9.2.17

Ahora tengo prisa por caminar descalza y arañarme los pies con la vida

CIEN AÑOS Y UN DÍA

A veces, pienso tanto que no existo…
Busco tanto, que no encuentro…

Me angustio tanto, que desaparezco. Me fundo con el salvapantallas de mi vida, me cuelo en una nube gris de miedos y rutinas.  Me dejo cubrir por la telaraña oscura de mis pensamientos más tristes… Me oculto tras la cortina de mi vida… El lugar donde permanecí escondida mientras ensayaba para vivir y perdía momentos… Me disuelvo en un desagüe de risas perdidas que esperaban turno para salir a escena y quedaron atrapadas en mi garganta… Me fundo con el abrazo cálido de la desesperanza. Con las ganas de ceder y tocar lo obvio, lo necesario, lo conocido.

Siempre esperando que empiece una función que nunca empieza.

Siempre rogando un milagro que no llega…

A veces, camino tanto que nunca llego.

Porque ando en círculo. Porque no salgo de mis límites ni surco más que mis entrañas dolidas y rotas. Porque vuelvo una y otra vez sobre mis pasos dudosos… Porque piso mi sombra y me mezclo con el manto oscuro de esta noche tan líquida, tan hermosa, tan extraña.

Y yo sigo dando vueltas tan rabiosa, tan arisca, tan enfadada… Y me pierdo las estrellas que brillan como si reventaran porque llevo puesta una capa roja y miro al suelo.

A veces, sólo ven mis labios rojos las paredes desnudas de mi alma cuando buscan besos… Las esquinas de mi cuarto pequeño de sueños por cumplir y las puertas de mi armario repleto de vestidos incómodos por estrenar, como mi vida…

A veces, parece que vuelvo pero en realidad no he salido de mí… No he hecho más que circundar mis miedos y bordear mis heridas para ver que siguen abiertas.

Creo que vivo, pero sólo pienso que vivo.

Siento que vivo, pero siento poco, porque apenas habito fuera de mis angustias.

Me gusta mecerme en mis imperfecciones y bucear en mis errores favoritos…

Estoy aprendiendo a quererme así… A veces rota y otras cosida. Aturdida por no ser y cansada de habitar este cansancio dulce que es el sueño de los que no saben que duermen y por ello nunca despiertan.

Con ganas de vivir y salir de mí para explorar el mundo a partir de mis ojos hambrientos. Con la furia de una bestia que estuvo encerrada  y la paz de quién confía en que los sueños se cumplen…

Con la esperanza de dejar la jaula que yo misma construí para protegerme de mí misma y ver el mundo sin tocarlo y sin bajar del tren ni mojarme con la lluvia…

Me he perdido media función por la necesidad de amortizar miedos y no gastar zapatos. Por si llegaba el diluvio o todos se giraban para reírse de mi nuevo peinado…

Y ahora, tengo prisa por caminar descalza y arañarme los pies con la vida.  Por pisar la hierba mojada y caer rendida ante la lluvia más intensa.

Tengo ganas de besos y de versos. 

De tropiezos y nubes negras… De trapecios gigantes desde los que caer e historias hermosas en las que perder las llaves para no poder regresar nunca a mi vida diminuta y aburrida.

He pagado mi descortesía para con la vida no viviéndola… He cumplido condena morando con mis demonios en un inframundo de aburrimiento pequeño y asequible…

Cien años y un día esperando… Casi me vuelvo loca y me salen escamas. En mis ojos salvajes hay un poco de todas las noches soñadas buscando risas y alegrías accesibles.

A veces, tengo tantas ganas de salir de mi misma que la impaciencia me cierra todas las puertas…Y sólo la lluvia me calma.

Mercè Roura

No hay comentarios:

Publicar un comentario